Cuando
participo de exposiciones, charlas o debates sobre tecnología y
seguridad me preguntan, a menudo, acerca de “la biometría” y sus mitos y
realidades. Lógicamente, -y es atendible la confusión- algunos la
consideran como el paradigma del panóptico, o en otras palabras; como un ejemplo de una tecnología de observación y trazabilidad.
Veamos.
A muchos de los que se acercan amistosamente con este tipo de dudas,
acorde a lo que consideran una violación de sus datos personales o de su
privacidad, suelo responder con algunos datos concretos y ejemplos
acerca de cómo y quiénes tienen más datos sobre ellos que el gobierno
quien, al fin y al cabo, tiene la obligación de otorgar y garantizar la
identidad única e irrepetible de cada uno de sus ciudadanos.
En Argentina, a través de la Ley 17.671
que rige desde 1968 (y que ya tuvo 102 modificaciones al día de hoy, lo
cual denota su constante actualización) se detalla que es obligación
del Estado nacional y mediante el Registro Nacional de las Personas, “la
inscripción e identificación de los ciudadanos de existencia visible
que se domicilien en territorio argentino o en jurisdicción argentina y a
todos los argentinos sea cual fuere el lugar donde habiten”.
También señala la citada norma que se lleven “al menos” ficheros patronímicos, numéricos y dactiloscópicos según el sistema argentino Vucetich u otro “que en el futuro aconseje la evolución de la técnica”, ya vislumbrando el avance de las tecnologías biométricas.
Más adelante amplía: “la
identificación se cumplirá ante la oficina seccional correspondiente al
lugar donde se domicilie la persona, mediante el testimonio de su
nacimiento, fotografías, impresiones dactiloscopia, descripciones de
señas físicas, datos individuales, el grupo y factor sanguíneo, dejando
expresa constancia de cuales son los datos consignados”, con un claro objetivo de identificar unívocamente a cada persona en resguardo de su identidad.
Siguiendo
la línea de razonamiento de los detractores de la biometría o de
quienes acusan sobre cierta condición panóptica de la herramienta, es
más que entendible como preocupación, pero debemos decir que según las
estadísticas y registros
los datos más perdidos, robados o entregados son los patronímicos o en
otras palabras, los textos (números de tarjetas de crédito, domicilios,
nombres, etc.) y no los datos biométricos.
Ejemplificando:
¿Cuánta información se comparte a diario y se expone en las redes
sociales o en Internet? ¿Quiénes acceden a esos datos? ¿Cuánta
información se brinda a las empresas o cuánta volcamos sobre ciertas
organizaciones privadas respecto a nuestras tarjetas de crédito, usos y
costumbres, adquisiciones, servicios? ¿A quién llamamos, a menudo, o qué
textos enviamos por correo? Claro ejemplo de esto son los servicios 2.0
que se utilizan desde equipos de comunicación móviles (celulares) o
desde las propias estaciones (pc).
Como
vemos, los datos estrictamente biométricos que se manejan por Internet
son escasos, al menos en la actualidad. Y algunos de ellos cuentan con
la seguridad necesaria. ¿Por qué sólo algunos? Porque hay buscadores y
aplicaciones a los que uno accede a darles nuestras imágenes faciales y
hasta registros vocales. ¿Qué debemos hacer, entonces? Leer los acuerdos
de confidencialidad de los mismos, y veremos allí todo lo que pueden y
no pueden hacer con esos datos que toman o colectan de nosotros.
También
es claro que los organismos oficiales tienen políticas de seguridad con
respecto a los datos producidos por ellos mismos y también de los
cuales son custodios, pero; ¿qué sucede en el sector privado?
Tal
vez he aquí el punto mas álgido dado que no nos obligan a dárselo, sino
que lo ponen como condición para aceptar el servicio, como ser una
aplicación que para darnos un servicio, o permitirnos su utilización,
nos impone que le demos nuestra geolocalización y hasta nos informan que
las antenas y puntos de acceso WI-FI serán parte de la información que
colectaran, y aclaran algunos, que esos datos pueden ser compartidos con
terceras empresas asociadas, sin detallar cuales.
Con
esto no quiero decir que no deban incluirse políticas de seguridad a
los sistemas de uso oficial que utilicen datos biométricos. Por el
contrario, tal vez lo que falta difundir es que estos sistemas tienen
esas medidas de seguridad implementadas.
Con
frecuencia nos preguntamos sobre cuál es el punto que genera la mayor
resistencia en el uso de herramientas biométricas; si la legislación, la
tecnología o la costumbre. Considero que la tecnología no es un
impedimento. Por el contrario, el avance de la tecnología biométrica y
de los instrumentos que garanticen su seguridad ha constituido uno de
los puntos de crecimiento más fuertes que hemos advertido en los últimos
cinco años.
Así,
el avance sobre la certidumbre, la variedad de métodos biométricos y
los canales de transmisión y almacenamiento se han convertido en hitos
más que destacables en términos de crecimiento e inversión. Se estima
que para 2017 la inversión ascenderá a más de 13 mil millones de dólares.
Referente a lo jurídico, y como hemos indicado más arriba respecto a la
Ley 17.671, podemos señalar que desde el año 2000 a la fecha se han
confeccionado más de nueve normas de diferente tipo, referenciándose a
los datos personales, documentos y la utilización de los medios
digitales y biométricos con el fin de mejorar y asegurar la
identificación. Por lo que tampoco es un impedimento.
Por
último quedaba responder sobre las “costumbres”; los argentinos
obtuvimos en su momento la Libreta Cívica o la Libreta de Enrolamiento
(según el sexo), más tarde la Cédula de Identidad, Documento Nacional de
Identidad y Pasaporte; todos con datos, huellas dactilares y
fotografías del rostro, lo cual, -tanto en nuestro país como en muchos
países de Latinoamérica- es de metodología común.
Sumado
a esto, el único problema real es la desinformación y la mala
información. Para paliar estos problemas creamos hace más de seis años
el Congreso Internacional de Biometría de la República Argentina (CIBRA)
de ingreso libre y gratuito y donde en su ultima edición participaron
expositores de más de 16 países quienes expusieron sobre las
herramientas biométricas y su utilización para garantizar la identidad,
la inclusión social y brindar servicios públicos, como ser la seguridad.
Con
todo, se pretende sumar a través de estas líneas un poco más de
información con el objetivo de echar luz sobre un tema controvertido y
confuso, precisamente, por la falta de información. En definitiva, la
biometría utilizada en el marco de proyectos que apunten a la mejora de
calidad de vida de los ciudadanos, la mejora de eficacia en los
Gobiernos y el bien común, es una de las mejores aliadas. Seguramente,
el tacho de basura o el contenido que arrojamos en internet, brindará
mucha más información de nosotros que los datos biométricos que el
Gobierno custodia para darnos un mejor y más eficiente servicio.
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